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Jenny Dorta
Víctor
Manuel Rodríguez / Corresponsales del Pueblo / Los medios de comunicación
comerciales, desde su parafernalia consumista no son más que una vocería
irrestricta e irracional del mercado y su religión consumista.
En
este marco, y sobre la base del pensar “otra comunicación posible” se hace
necesario analizar las condicionantes actuales (que no son novedosas) para
articular las correlativas alternativas viables al corto, mediano y largo
plazo.
La
sociedad venezolana ha venido enfrentando, digamos que desde la consolidación
de la nueva constitución bolivariana en el año 1999, un camino de
transformaciones constantes, duraderas y profundas, que transversalizan todo el
espectro social y por ende no deja afuera al aspecto comunicacional.
Éste,
como elemento central en la difusión, consolidación y aceptación de los
mensajes que circulan por toda la geografía nacional y además trasciendes las
fronteras geográficas nacionales, ameritaba una transformación de raíz para
coadyuvar en la construcción de la idealización, construcción y empoderamiento
de la sociedad nueva planteada desde la visión constituyente bolivariana.
Ahora
bien, en este marco, la realidad venezolana – muy similar a las condicionantes
comunicacionales latinoamericanas- se haya sumida en una mercantilización de sus
estructuras comunicacionales y en una tergiversación moral de sus mensajes que
hacen de sus discursos mediáticos una afrenta a cualquier proyecto que proponga
un replanteo serio, responsable, consciente y a largo plazo de la sociedad
venezolana. Entendemos que “los medios, cuando no sirven a la democracia lo
hacen a favor de razones y causas innobles”.1
Por
el contrario, han sido los medios de comunicación privados y comerciales, el
primer y más acérrimo escollo de la revolución bolivariana en lo que lleva de
vida, incluso desde antes de la asunción al gobierno del actual presidente
Chávez. La aversión es innata a los procesos populares por parte de las clases
dominantes, elitistas y apátridas que articulan el discurso mediático
venezolano.
“Los
medios han usurpado en Venezuela los espacios abandonados por los partidos
políticos tradicionales, desplazados del poder por la vía democrática y, en
nombre del interés privado, se crea la noticia, se manipula y deforma la
información y se procuran apoyos internacionales ingenuos y no tan ingenuos,
para diseñar una realidad virtual que oculta y censura a la realidad real” 2
No
hay aquí mediación posible, la confrontación se percibe como el único camino
para la consolidación de un nuevo sistema de comunicación social responsable,
proactivo, constructivo y principalmente, público, popular, democrático,
participativo y protagónico, en contraposición con el modelo, privado,
excluyente, autoritario, maniqueista y alienante que se percibe en los medios
de comunicación comerciales, de masas, venezolanos del pasado y del presente
siglo.
De
la mano de “los titulares catastróficos; la exageración morbosa de los males
reales existentes y el ocultamiento de las medidas con que se procura
enfrentarlos; el obsceno invento de otros; el invariable sesgo de la noticia;
la tergiversación y la falsificación de acciones y políticas y la
sistematización de la calumnia; la imagen siempre en negativo del Presidente
(Chávez); la censura hermética sobre todo éxito del gobierno y del propio país
y en cambio la exaltación de todo lo gringo, lo “uribe” y lo extranjero
antinacional y antichávez; la creación de un clima de terror y zozobra, son la
pauta de los medios digitados, tanto los de adentro como los de afuera,
convertidos en la artillería de la agresión imperial”. 3
Todo
lo cual no puede pasar inadvertido, ni podemos llamarnos a engaño, que por
detrás y por delante de la comunicación alienante se encuentran los intereses
comerciales y políticos de un sistema para nada dispuesto a perder ni el más
mínimo espacio de poder.
Indudablemente,
también, desde una visión socialista de la sociedad, la mercantilización en
este caso de la comunicación es un elemento central a combatir, ya que desde
hace buen tiempo se ha venido instalando en los medios privados, una suerte de
“ética de mercado, que es la ética precisamente que pretende negar la ética más
elevada, de alta altura ¿no?, es una ética donde todo es negociable, todo es
transable, donde no hay límites…” 4
Una
de las misiones centrales del pensar en una nueva comunicación está en la
reconstrucción de una ética comunicacional popular, que vaya de la mano con los
intereses de las clases populares en la forja de la construcción a la cual está
abocada.
Ahora,
esa ética comunicacional debe estar centrada sobre una participación consciente
de los hombres y mujeres de las comunidades que, en un proceso de
empoderamiento constante y consolidado desde el hacer cotidiano, logren diseñar
en colectivo un nuevo mensaje comunicacional, que a su vez fortalezca el
discurso comunicacional de las estructuras comunicacionales comunitarias,
libres y libertarias.
Es
imperioso profundizar el debate participativo y el estudio de las
particularidades locales para la consolidación de propuestas inherentes a las
necesidades comunicacionales de las diversas comunidades, ya que debe ser desde
la base que se engendre la intencionalidad manifiesta y declarada de construir
una nueva metodología y estructura de comunicación de cara a la gestión y
socialización de los medios.
Del
mismo modo se hace impostergable una radicalización de las acciones, por ende
“la radicalización del proceso exige avanzar en profundidad por ese camino: más
unidad cualitativa, mejor organización popular y mayor nivel de conciencia
política”. 5
Hoy
vivimos en una mercantilización marcada de los medios de comunicación, donde
por ende se comercializan los espacios, se direccionan los discursos en
concurso con los intereses de los que financian esos espacios o bien de las
estructuras de los poderes fácticos (económicos, eclesiales, políticos,
transnacionales, etc.) que manejan los hilos del aparato comunicacional, local,
regional, nacional e internacional.
Pues
por veces tenemos la impresión de que “estamos en el medioevo resignificado,
con más tecnología, con más autos, con más contaminación, etc. etc., pero
estamos generando un ocultismo tremendo y eso es afortunadamente algo que los
jóvenes perciben, porque no hay sistema perfecto, no lo hay, y por más que el
fascismo, en sus distintas expresiones, construya dispositivos de control
social, siempre el ser humano es más impredecible, improbable, de lo que se
piensa”. 6
En
este orden de cosas, las estructuras populares, independientes y
autogestionarias de comunicación, representan para los poderes fácticos una amenaza
potencial y latente a la cual se esmeran en adormecer, ningunear o reprimir
llegado el caso de que su discurso desnude las diversas connivencias de los
responsables de esas empresas comunicacionales que se alían sin dudar con los
capitales económicos, o bien son arte y parte de los mismos.
Retomando
pues, la posibilidad de una constituyente comunicacional popular, realmente de
base necesita avanzar sobre la socialización de los medios de comunicación,
dándole potencialidad de voz y organización, en una clara búsqueda de una
soberanía comunicacional desde lo micro hacia lo macro.
Esta
experiencia debe estar necesariamente ligada al debate propositivo de las más
diversas instancias de organización que pasen por lo educativo, lo formativo,
lo laboral, lo sanitario, lo comunicacional (obviamente), lo productivo y;
entre otros ítems que se puedan ir sumando participativamente a esta lista,
conjuntamente con lo lingüístico, lo cultural, lo esencialmente popular que
reimpulse las más diversas vivencias locales para un conocer y reconocerse en
las voces, las historias y las luchas colectivas.
Esta
estrategia es directamente inversa a la transculturización alienante que surge
como propuesta comunicacional de los medios comerciales y mercantilistas de
intoxicación social, desde donde se menosprecia las potencialidades de los
pueblos y donde se excluye sistemáticamente a las luchas populares como un
elemento dinamizante y dinamizador de esa lucha de clases necesaria para la
obtención de una depuración necesaria para la reconstrucción de una nueva
estructura social.
Es
que la comunicación no puede ni debe estar divorciada de las luchas populares,
por el contrario debe ser el brazo comunicacional del pueblo organizado y de
sus propuestas de transformación y soberanía.
Así
“justificadamente dictaminó Daniel Herz, miembro del Consejo Nacional de
Comunicación de Brasil, que cuando los medios quieren embestir contra un
gobierno establecido por el pueblo, elegido democráticamente y
constitucionalmente regido, concluimos que intentan usurpar la soberanía
popular”.7
Hemos
vivido inmersos en un estatus quo donde los medios comerciales (como el caso
más patético de TVN en Chile) sirven como delatores de los luchadores
populares, condenando al escarnio público a los más dignos representantes de
los pueblos y la defensa de los derechos e intereses soberanos de las
comunidades.
Así
las cosas, un espectro radioeléctrico en manos de las comunidades organizadas
es el horizonte imprescindible para aportar a la nueva democracia que se pretende
para la Venezuela Bolivariana, pero también para los demás pueblos
indoafroamericanos que buscan incesantemente, en sus diversas modalidades, y
con sus diversos avances, su soberanía comunicacional.
Hoy,
el espectro radioeléctrico está en debate no solamente en Venezuela, sino en
otros varios países. Hemos visto como en Argentina el tema ha sido base de
debate en el ambiente parlamentario, y de la mano de un acompañamiento popular
ha parido una nueva reglamentación sobre la materia; lo mismo sucede aunque
mucho más levemente en Uruguay, donde el tema está siendo levantado por algunos
comunicadores largamente comprometidos con el tema de la comunicación y la
soberanía comunicacional, como es el caso del periodista popular, docente,
escritor e investigador Alberto Silva, entre otros.
En
la Venezuela Bolivariana la experiencia de la ANMCLA (Asociación Nacional de
Medios Comunitarios Libres y Alternativos) ha sido ejemplo de lucha popular y
organizacional, primero con la bandera del 33% y últimamente por “un espectro
radioeléctrico en mano de las comunidades”; caso similar de organización
popular comunicacional está marcado por los esfuerzos de la ABRAÇO (Asociación
Brasilera de Radios Comunitarias) en Brasil, donde también se debate con
intensidad los aspectos comunicacionales, y donde las radios comunitarias están
tejiendo sus propias estructuras en redes y espacios alternativos de mayor
envergadura que logre romper el cerco comunicacional que las leyes burguesas le
han infligido a la comunicación popular.
Ese
Brasil donde se destaca la experiencia de la Radio Favela, ampliamente
utilizado como ejemplo didáctico de organización y resistencia en América
Latina desde el “sí se puede” de las comunidades más marginales como lo son las
“favelas” brasileras, desde donde sin embargo los sueños germinan y se tornan
realidad, movilizando incluso a las estructuras de las Naciones Unidas,
reconociendo experiencias como las que comentamos.
No
obstante esto, la persecución, incautación, criminalización y marginación de las
radios y los comunicadores populares enfrentan desde el norte del sur, hasta el
sur más antártico de esta nuestra América es notorio y profusamente difundido
por los comunicadores conscientes que se abren paso en contra de todos los
pronósticos apocalípticos de los gobiernos aliados a los capitales
transnacionales y sus medios de comunicación mercenarios.
Cuando
las estructuras comunicacionales osan enfrentar a los poderes fácticos
enquistados en la sociedad, enfrentan la feroz represión pública y privada, tal
es el caso de la radio comunitaria Arcoiris en Argentina, donde la propia radio
y su director Norberto Guerrero, han sido víctimas de atentados y amenazas
constantes por enfrentarse a los intereses económicos avasalladores de los
intereses de las comunidades organizadas.
Desgraciadamente
estas acciones realmente “terroristas” no son nuevas ni novedosas en nuestra
geografía latinoamericana, más bien han sido el santo y seña de quienes se
abrogan el derecho de manejar a su antojo a las comunidades y sus recursos
naturales, humanos y gubernamentales.
Es
por eso que el debate sobre qué comunicación necesitamos para enfrentar esta
verdadera “invasión” comunicacional, de valores, costumbres, y modelos
antipopulares, debe necesariamente ser planteado desde los micrófonos, las
cámaras y los periódicos liberados del capital extorsionador, y de las esferas
burocratizadas y burocratizantes de los estados locales, regionales o
nacionales, y que respondan directamente a las discusiones de las comunidades
al mando.
Ahora,
como liberamos a la comunicación de las actuales ligaduras, y lo que es más
complejo, cómo se despierta a un pueblo adormilado por la alienación
comunicacional consumista y mercantilista a que han sumido a gran parte de
nuestras hermanas y hermanos?.
Fuente: Corresponsales del
Pueblo o
Fuente: http://www.minci.gob.ve/medios-libres-o-enteramente-liberados/